El gozo de la Meditación
En medio de la noche, cuando todo estaba completamente quieto, la meditación era un puro gozo. Sin el aleteo de un solo pensamiento con sus interminables sutilezas era un movimiento que no tenía fin, una observación desde el vacío en la que había cesado todo movimiento del cerebro. Era un vacío de tiempo. Estaba más allá de todo ver, conocer y ser. En este vacío había furia, la furia del universo en expansión, la furia de la creación que nunca podría expresarse de ningún modo. Era la furia de toda la vida, la muerte y el amor. Pero, no obstante, era el vacío, un vasto, ilimitado vacío que nada podría llenar jamás, ni transformar, ni abarcar. La meditación era el éxtasis de este vacío.
La meditación en las tranquilas horas de la madrugada era el descubrimiento de la belleza. No era el pensamiento ni el movimiento del tiempo porque el cerebro estaba quieto. Era la negación total de lo conocido; era un movimiento en completa libertad, sin dirección ni medida; en ese movimiento había una energía ilimitada cuya misma esencia era silencio y quietud. Había una gran bienaventuranza, un gran éxtasis que pereció al ser tocado por el pensamiento.
Ver sin el mecanismo del pensamiento es el ver total. Ver sin el pensamiento no adormece el cerebro; por el contrario este se halla totalmente despierto, atento. La atención sin las fronteras del tiempo es el florecimiento de la meditación.
Muy bueno, inspirador…. Si ese espacio que aquí se indica existe, por qué no desarrollarlo?